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Argentina del 78’, a 39 años de su histórica consagración en casa

Lo anhelaba y lo sentía como una deuda pendiente con su rica historia. Había sido subcampeón en el primer campeonato mundial y nunca más llegó hasta las instancias decisivas, hasta aquel domingo 25 de junio de 1978. Argentina estaba ante la gran oportunidad de gritar campeón de la Copa Mundial FIFA, con agregado de poder hacerlo en su casa y ante su apasionado público.

Ocurrió en el estadio de River Plate ante el excelente equipo de Holanda, que buscaba su desquite tras haber caído ante Alemania Federal cuatro años antes en Múnich, aunque en esta ocasión no contaba con el genial Johan Cruyff en sus filas.

Fue un cotejo cerrado, peleado y disputado bajo el gris cielo de Buenos Aires. Los 'naranjas' tuvieron un par de claras oportunidades para abrir el marcador, pero allí apareció el inmenso Ubaldo Fillol, considerado en forma unánime como el mejor arquero del universo en aquel momento.

A los 38 minutos, Mario Kempes puso el 1-0 a partir de una arremetida plena de vigor y potencia, tal como era su estilo, que provocó el primer festejo de la tarde. Para el segundo tiempo, Holanda adelantó sus líneas, con la peligrosidad de sus talentosos atacantes, como Johan Neeskens y Rob Rensenbrink, pero que eran neutralizados por la sólida dupla de centrales locales integrada por Luis Galván y Daniel Passarella.

Cuando todo indicaba que Argentina sería el campeón, Holanda quebró el achique y Dick Nanninga con un golpe de cabeza estableció el empate a los 82’. El destino parecía ser el alargue, pero la visita contó una ocasión inmejorable a un minuto del final: Rensenbrink le ganó la espalda al lateral derecho Jorge Olguín y su remate desde dentro del área chica se estrelló en el poste.

En el tiempo extra, Argentina salió con absoluta decisión y nuevamente Mario Kempes, el goleador del torneo, fue quien puso el 2-1 en una maniobra que lo describió a la perfección: entrega, potencia y vitalidad para superar a dos defensores y al arquero. Holanda pareció vaciarse de fútbol y ánimo y a cuatro del epílogo, recibió el tercer y decisivo tanto en los pies de Daniel Bertoni, tras una doble pared con Kempes.

La deuda con su historia estaba saldada. Con un equipo inolvidable, dirigido por la sapiente mano de César Luis Menotti, Argentina gritó ¡Campeón del Mundo!.

 

 

Eduardo Bolaños

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