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Copa Libertadores 1987: Peñarol nuevamente se vistió de hazaña

El sábado 31 de octubre de 1987, se produjo una de las definiciones más dramáticas en la legendaria historia de la Copa Libertadores. De esas que emocionan hasta aquellos que no están involucrados.

 

El sábado 31 de octubre de 1987, se produjo una de las definiciones más dramáticas en la legendaria historia de la Copa Libertadores. De esas que emocionan hasta aquellos que no están involucrados. América de Cali estaba por tercer año consecutivo en la final, sintiendo íntimamente que esa era su oportunidad, pero enfrente estaba Peñarol, el que nunca baja los brazos ni se da por vencido. Y así, fiel a su historia, cuando apenas faltaban un puñado de segundos para que el cuadro colombiano sea campeón, un inolvidable gol de Diego Aguirre, volvió a vestir a Peñarol con su mejor ropa: la hazaña.

Fue dirigido por Oscar Tabárez, un técnico joven, trabador y muy inteligente, que supo amalgamar la sapiencia de los más experimentados, con la fuerza de los “botijas” del plantel. La campaña se había iniciado el 6 de mayo con una ajustada victoria por 3-2 ante Progreso, el humilde cuadro que tenía como entrenador a Wálter Roque. Luego fue el turno de viajar a Perú y regresar invicto tras el 1-0 a Alianza Lima y el 1-1 con el novel Colegio San Agustín. La clasificación a la siguiente instancia se selló el 2 de junio, al superar a Alianza Lima en el Centenario 2-0, con goles de Gustavo Matosas y José Herrera.

En el grupo semifinal, la vara estaba más alta, porque allí debía enfrentar al legendario y copero Independiente y a un River Plate plagado de figuras y que, además, era el campeón defensor. Tras el empate en cero entre los argentinos en el inicio, Peñarol pisó fuerte en su debut, goleando como local 3-0 a Independiente, en una noche perfecta. Dos semanas más tarde, también en Montevideo, igualó en cero con River.

En el comienzo de las revanchas, los “rojos” superaron a los de Núñez 2-1, alcanzando al elenco uruguayo en la cima con tres puntos cada uno, dejando a River con dos. El match en Avellaneda cobraba una importancia altísima, porque el que venciese entre el local y Peñarol, se clasificaba para la final. El estadio refrendaba el mote de “caldera del diablo”, porque estuvo colmado, aguardando una nueva función de Independiente, como en tantas noches coperas. Tras un primer tiempo sin goles, el complemento fue una perfección del contragolpe de los hombres de Tabárez, que abrieron la cancha para que sus punteros, Vidal y Cabrera, desbordaran una y otra vez a un rival jugado en ataque y mal parado en defensa. Fue un histórico 4-2 con 2 tantos de Jorge Cabrera, uno de Diego Aguirre y el restante de Eduardo Da Silva, en la que fue la primera derrota de Independiente por Copa Libertadores, ante un rival no argentino. Nuevamente, Peñarol era finalista.

El primero de los encuentros decisivos se disputó en Cali y allí América presionó desde el minuto inicial y a los 8 se puso en ventaja con un perfecto tiro libre ejecutado por Juan Manuel Battaglia. Sobre los 27, Roberto Cabañas aumentó con un violento remate desde fuera del área que se clavó contra el travesaño de Eduardo Pereira. La revancha fue el 28 de octubre y por disposición del reglamento, si Peñarol ganaba por cualquier resultado, habría tercer partido. Además del buen juego de América, los locales tenían como rival adicional a los nervios, que le complicaban sus movimientos, hecho que aprovechó el cuadro dirigido por Gabriel Ochoa Uribe, para abrir el score por intermedio de Roberto Cabañas. Pero si algo tenía el “carbonero” era a su gente, esa que no dejó de alentar ni un instante. A los 58, Diego Aguirre se anticipó a todos en un córner y marcó el empate de cabeza.

A partir de allí, el reloj avanzó incesante y Peñarol no conseguía el segundo tanto, al tiempo que América saboreaba el título. A los 86, Jorge Villar, un joven que Tabárez había hecho ingresar por Cabrera, pidió poder ejecutar un tiro libre cerca del área y con la calidad y serenidad de un veterano, la colocó en el ángulo superior derecho de Julio Falcioni. Locura en el estadio y la algarabía paseándose por la noche de Montevideo. Peñarol ganaba 2-1 y todo debía definirse en el tercer partido.

El escenario elegido fue el estadio Nacional de Santiago de Chile, apenas tres días después, en una soleada tarde de primavera. El encuentro fue áspero, luchado y con momentos de juego brusco, como el choque y agresión mutua de José Herrera y Roberto Cabañas, que determinó la expulsión de ambos de parte del juez Hernán Silva. 0-0 en los 90 reglamentarios y al alargue, ese que podía consagrar a América si no se marcaban goles, porque ellos habían anotado uno más en la suma de las finales.

Y entonces, cuando parecía que los cuerpos estaban agotados y las mentes nubladas por el tremendo esfuerzo, llegó esa jugada, a menos de 20 segundos del final… El rechazo del zaguero Valencia, el cabezazo de Viera que cae en los pies de Villar, habilitando a Diego Aguirre, quien se filtró como un rayo, ingresó al área por la derecha y en cuanto vio el hueco, despachó su zurdazo cruzado, venciendo la estéril estirada de Falcioni. Los relojes marcaban los 120 minutos. Peñarol hacía posible lo imposible, como esos náufragos que todos dan por muertos y a los que solo su fe los mantiene vivos. La leyenda latente, los corazones a punto de estallar, el interminable e increíble vía crucis de América de Cali escribía un nuevo capítulo.

Eduardo Pereira, quien fue el arquero de aquel equipo, dejó una sentencia que grafica a la perfección esta historia: “Peñarol te enseña que hasta que pita el árbitro, no hay nada perdido”. Y así fue: Peñarol campeón a lo Peñarol.

Formaciones de la final.

Peñarol: Eduardo Pereira; José Herrera, Marcelo Rotti, Obdulio Trasante, Alfonso Domínguez; Eduardo Da Silva, José Perdomo (Jorge Goncalves), Ricardo Viera; Daniel Vidal (Jorge Villar), Diego Aguirre, Jorge Cabrera. DT: Oscar Tabárez.

América: Julio Falcioni; Hugo Valencia, Víctor Espinoza, Álvaro Aponte, Jairo Ampudia; Sergio Santín, Víctor Luna, Roberto Cabañas; Willington Ortíz, Ricardo Gareca (Enrique Esterilla), Juan Manuel Battaglia. DT: Gabriel Ochoa Uribe

 

 

Eduardo Bolaños – CONMEBOL.com

 

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