Yo pretendía jugar a toda velocidad, hacer un fútbol más agresivo, como el europeo pero me daba cuenta de la dificultad que tenía para poder ayudarle a los compañeros. Era otro mundo hasta que Cubilla, con la experiencia que tenía me dijo: “Mirá Raúl, vos jugás a mil por hora, algunos juegan a cien, así que vas a tener que bajar a cien y entre todos vamos a ir adelante”.